A diferencia de años atrás, cuando los aspirantes a un puesto de trabajo adornaban con toda clase de méritos más o menos reales sus curriculum con el objetivo de hacerlos más atractivos a ojos de un posible empleador, la tendencia actual es exactamente la contraria, es decir, ocultar y eliminar la posesión de cierta formación o experiencia laboral por miedo a ser descartado para el puesto vacante por sobrecualificación.
No es ninguna broma, esto sucede. En la actualidad se calcula que un 30% de los parados ha modificado su curriculum eliminando aquella titulación de más antes de enviarlo a alguna empresa.
Esta práctica se ha incrementado con el transcurso de la crisis y el aumento de los parados de larga duración, ya que con anterioridad al año 2011 solamente un 10% de desempleados confeccionaba un curriculum B, nombre utilizado para designar estos resúmenes laborales paralelos.
Las personas que se deciden a quitarse un postgrado o tacharse un par de años de experiencia fundamentalmente corresponden a dos perfiles. Por un lado, los mencionados parados de larga duración, que acuden a la estrategia de restarse méritos para evitar que, por ejemplo, se les presuponga incapacidad para adaptarse a un modo de trabajo distinto o para acatar las órdenes de un superior. Por el otro, los jóvenes recién titulados con alta cualificación y que todavía no han tenido oportunidad de incorporarse al mercado laboral.
Por su parte, las empresas de trabajo temporal están divididas. Mientras que algunas desaconsejan la creación de este tipo de curriculums modificados porque pueden llevar a que el trabajador, si finalmente logra el empleo, se sienta frustrado en un puesto de menor responsabilidad a la que aspira, otras recomiendan a quien busca empleo agotar todas las posibilidades para obtener un trabajo en una coyuntura tan complicada como la que atravesamos.