Si no actualizas tu currículum, estás fuera antes de empezar
Te voy a decir una cosa clara: si sigues enviando el mismo currículum que en 2019, estás tirando tu candidatura a la basura. El mercado laboral ha cambiado. Mucho. Y lo que antes valía, ahora no cuela. No es que los reclutadores sean más exigentes, es que reciben decenas (a veces cientos) de CV por cada oferta. Y el tuyo, para qué engañarnos, tiene que destacar en los primeros segundos… o está fuera.

En 2025, los currículums que funcionan no son los más bonitos ni los más largos. Son los que van al grano, que muestran quién eres, qué sabes hacer y por qué deberían llamarte antes de que pasen 10 segundos. Porque sí, 10 segundos es el tiempo medio que le dedican a escanear tu perfil antes de decidir si vale la pena seguir leyendo o no.
Y ojo, que esto no va de meter tecnicismos ni frases en inglés a lo loco. Va de saber presentarte como alguien que encaja en lo que la empresa necesita. Tal cual. Vamos a ver cómo se consigue eso.
Esto es lo que sí funciona (y lo que están pidiendo)
Hay tres cosas que están marcando la diferencia este año. Nada de fórmulas mágicas ni de plantillas milagrosas, pero si no las tienes en cuenta, estás perdiendo oportunidades sin darte cuenta.
La primera, y más básica: personalizar. Nada de enviar el mismo currículum a todas las empresas. Eso se nota, y mucho. Si aplicas a un puesto de marketing digital, ¿por qué hablas tanto de tus prácticas en administración? Destaca lo que importa para ese puesto. Adapta el mensaje, recorta lo que sobra y potencia lo que encaja. Si te da pereza, piensa que alguien con tu mismo perfil lo está haciendo… y se está llevando las entrevistas.
La segunda: enseñar resultados, no tareas. No sirve con decir “responsable de redes sociales”. Eso ya lo dice todo el mundo. Lo que quieren leer es “aumenté la comunidad un 40 % en 6 meses” o “lancé una campaña con 25.000 clics en una semana”. Esto es lo que da credibilidad. Lo que te diferencia no es lo que hiciste, es lo que lograste.
Y la tercera, que cada vez pesa más: las soft skills. Sí, esas habilidades que antes parecían relleno y ahora son oro puro. Comunicación, adaptabilidad, trabajo en equipo… si no las nombras en tu CV, parece que no las tienes. Pero no basta con escribirlas. Lo ideal es que queden reflejadas en tus logros, en cómo has trabajado en grupo o cómo resolviste una situación difícil. Eso cala.
Luego está el tema del diseño. Aquí menos es más. Un CV no tiene que ser bonito, tiene que ser claro. Si puedes evitar plantillas con colores raros, iconos que parecen sacados de una app de móviles o estructuras rebuscadas, mejor. Que se lea bien. Que un robot (porque muchas veces el primer filtro es un software) pueda escanearlo sin problema. Y que un humano lo entienda aún más rápido.
¿Pones una foto? Si es buena, sí. ¿Cuántas páginas? Una, y si tienes mucha experiencia, como mucho dos. Pero no llenes espacio por rellenar. Cada línea tiene que sumar.
Y no olvides lo que a veces más se pasa por alto: tu CV no es un resumen de todo lo que has hecho. Es una herramienta para conseguir que te llamen. Solo eso. Si cumple ese objetivo, está bien hecho. Si no, por muy completo que sea, no sirve.