¿Es realmente efectiva la originalidad en un curriculum? ¿Conviene poner algún límite a la creatividad a la hora de buscar trabajo? ¿Cómo ser diferente sin ser resultar un friki?
La tendencia actual nos dice que no hay que tener miedo a innovar y que las empresas buscan trabajadores que les sorprendan, pero a menudo resulta complicado extrapolar esta teoría al mundo real. Y es que no es lo mismo ser original que pasarse de listo.
Por internet hoy en día es posible encontrar todo tipo de esperpentos en materia de curriculums. Auténticas obras de arte, muchos otros, pero que no obstante no parecen adecuados para su fin último: obtener un empleo.
La clave del asunto se encuentra en algo tan comunicativamente básico como identificar quién es el receptor del mensaje, es decir, a quién nos dirigimos con ese curriculum, y cuál es el objetivo, o sea, para qué.
En primer lugar, es importante analizar el puesto de trabajo que se oferta y al cual aspiramos antes de plantearnos dar un giro a nuestro clásico curriculum. Si la empresa a la que nos dirigimos es una editorial, puede resultar original y hasta divertido escribir, por ejemplo, un curriculum en verso, pero esta opción no parece desde luego adecuada para un puesto de frutera en un mercado.
Por otra parte, es muy interesante y valioso diferenciar entre si se trata de una empresa grande o pequeña a la que enviamos nuestra solicitud, puesto que en la primera, nuestra hoja de méritos caerá en manos de un director de recursos humanos, mientras que en la segunda será el propio dueño del negocio el que decida entre los candidatos. Probablemente, a fuerza de haber visto miles de curriculums, el director de recursos humanos valorará en mayor medida que seamos capaces de sorprenderle.
Una vez tengamos claro que nuestra creatividad va a ser bien recibida por parte del empleador, podemos lanzarnos a la aventura de innovar. Para ello, existen nuevas fórmulas ya más o menos establecidas, pero si se trata de ser original, ¿por qué seguir un patrón?
Ahora bien, es conveniente mantener los pies sobre la tierra, y a la hora de enviar nuestra creación es mejor no olvidar aspectos como que, por ejemplo, un videocurriculum no es y no se parece a un videoclip, o que de nada sirve diseñar un documento tan visualmente atractivo que podríamos colgarlo en una pared del museo del Prado si éste carece absolutamente de contenido.